Sólo el canto de las aves rompe el silencio que hay dentro de ese inmenso cráter inundado con lágrimas de un amor prohibido. Según la leyenda huichola, la pareja jamás imaginó que el agua que brotaba de sus ojos estaba creando una laguna caprichosa, que hoy lleva por nombre Santa María del Oro. Este cuerpo de agua es una joya escondida entre las montañas que rodean la Riviera Nayarit. Ahí nació un pueblo que construyó cabañas y búngalos, como Santa María Resort, para cobijar al viajero amante de la naturaleza.

Desde muy temprano, el resort lleva a sus huéspedes a dar paseos en kayak para observar cómo la laguna cambia de color. Este fenómeno se produce por la gran cantidad de minerales que contiene. A ratos es azul y en otros verde esmeralda, hasta convertirse en turquesa.En el trayecto se pueden hacer escalas para observar aves, pero lo mejor es colocarse el equipo de esnórquel y lanzarse al agua para husmear en las profundidades. Su claridad permite ver las crestas del cráter.

Si el huésped prefiere quedarse en tierra, puede tomar prestada una bicicleta para rodear la laguna; un trayecto de ocho kilómetros en los que va a encontrar pequeños restaurantes para comer la especialidad del pueblo: el chicharrón de pescado con tortillas hechas a mano.Santa María del Oro es vecina de otras dos lagunas: San Pedro Lagunillas y Tepetiltic, a 45 minutos. Juntas forman el llamado triángulo de “las lagunas encantadas”.

Santa María Resort también organiza excursiones de un día para recorrerlas. Además de nadar, puedes practicar kitesurfing: una cometa de tracción te desliza por la superficie del agua.También se puede visitar el Pueblo Mágico de Jala, famoso en la región, entre otras cosas, por sus elotes cocidos que miden más de 40 centímetros y sus artesanías huicholes.

En el pueblo de Jomulco hay que hacer una escala para observar a las mujeres tejiendo fibras naturales y a los hombres labrando madera. Se pueden comprar cestos, hamacas, bolsas y hasta muebles hechos a la medida.También está la opción de visitar la casa de un curandero para hacerse una limpia y desprender del cuerpo todos los malos espíritus, dicen.

La última parada de la excursión es en la zona arqueológica de Los Toriles. Destaca por su pirámide circular dedicada a Ehécatl-Quetzalcóatl, el dios de los vientos y los relieves en forma de cruz que se grabaron en la parte alta, aun cuando el cristianismo no aparecía.En el sitio también se pueden apreciar las tradicionales tumbas de tiro, en las que se depositaban ofrendas al interior de los edificios.

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