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Cuenta la leyenda que, hace ya muchos siglos, antes de la llegada de los conquistadores, nuestro Valle de Matatipac, era habitado por diferentes pueblos gobernados por el Rey Trigomil.
Tenía una hija muy bella llamada #Mololoa y sabedora de los motivos de las personas que la visitaban, había solicitado a su padre que le permitiera a ella escoger a su prometido.Paso el tiempo, y un día conoció a Tépetl, juntos pasaban todas las tardes platicando y sobre su próximo enlace. Un día, llegó hasta el Rey Trigomil un guerrero corpulento y de recia presencia. Su nombre: Sanganguey el cual solicitó se le permitiera ver a la princesa y el rey concedió la petición. Mololoa al escuchar del guerrero sus motivos, le explicó que no podía corresponder a sus sentimientos y por lo tanto, tampoco le iba a recibir los regalos que le ofrecía. Sanganguey respondió a la princesa que aun contra su voluntad sería su esposa, así tuviera que matar.
Al enterarse que Tépetl se casaría con la princesa, Sanganguey explotó de ira y raptó a Mololoa. Solicito se le permitiera ver a la princesa y el rey concedió la petición. Tépetl inmediatamente salió a buscar a su amada y a derrotar al terrible Sanganguey y así entablaron un fuerte batalla cuerpo a cuerpo por el amor de Mololoa.
La furia de Sanganguey era tanta que arrojaba humo por los ojos y fuego por la boca. Tépetl hábilmente esquivaba los golpes y con sagaz inteligencia, inició a arrojar con suma rapidez pequeñas piedras a su agresor hasta lograr cubrirlo completamente. El fuego que salía de la boca de Sanganguey derritió las piedras y quedó prisionero en una gran montaña compacta.
Sanganguey hacia su último esfuerzo para evitar se unieran los enamorados y lanzando una gran bocanada de fuego, alcanzo a Tépetl y lo fundió en las rocas, que forman lo que hoy conocemos como el cerro de San Juan.
La Princesa Mololoa, al observar esta tragedia, comenzó a llorar y sus lágrimas formaron primero un delgado hilo de agua, pero como nunca paró de llorar poco a poco ella misma se transformó en un río de cristalinas aguas que atravesaron todo el Valle de Matatipac, hasta desembocar en las caudalosas aguas del río Santiago.
Hoy, todos los habitantes del Valle de Matatipac, vemos a diario a los rivales guerreros, convertidos en el Volcán Sanganguey y Cerro de San Juan, y a la hermosa Princesa Mololoa, que aún sigue llorando, transformada en un río que ahora lleva su nombre.